No Es Más Feliz Quien Más Tiene, Si No Quien Menos Necesita

Hoy casi nadie discute la velocidad con que nuestras aceleradas vidas, deben adaptarse a los profundos cambios de una sociedad inmersa en el placer de consumir.
Consumimos de todo, a todas horas y lo que más consumimos es TIEMPO, como si este careciera de su verdadero valor, ser el mejor regalo de la vida.

Cuando podríamos utilizar los avances tecnológicos para simplificar nuestro paso por el mundo, educamos sin frenar el consumismo. La adquisición de “algo” que lejos de necesitar realmente, nos haga sentir mejor, nos entretenga, nos muestre guapos o simplemente nos distinga de los demás.

Es muy difícil tomar distancia sobre este laberinto social que transforma la esencia del ser humano en un mecano de necesidades, estimuladas por la propaganda, desde la mas tierna edad. Siendo muy pequeños tendemos a premiar, excesivamente, con incentivos materiales. Distorsionamos el papel de la normalidad, no es una obligación obtener un regalo por aprobar el curso pues esa es la obligación de todos los estudiantes, los estudios están diseñados para aprobar y no para suspender. Se está imponiendo la moda del “chantaje emocional” a los padres y se hace muy frecuente oír. ¿Qué me vas a comprar si apruebo?.

Por otro lado las técnicas publicitarias con sus campañas de marketing también tienen su papel, haciéndonos mucho más vulnerables de lo que nos creemos, nos dejamos “manipular”. Nuestros impulsos son muy previsibles y obedecen a patrones psicológicos muy estudiados por los profesionales,  para que comprar resulte muy atractivo, casi imprescindible. De esta forma las grandes empresas y multinacionales, van mimetizado los espacios con marcas tan reconocibles como valoradas; a través de tiendas con formatos muy especializados para el consumidor, de manera que adquirir cosas sea entretenido, atractivo y divertido.

Analizar este complejo protocolo de transformación da para mucho y describe la nueva “cultura consumista”  de forma que va envolviendo las compras con música, aromas, colores, sabores y juegos que nos hacen sentirnos bien, cuando dedicamos nuestro tiempo libre a estos nuevos centros del comercio. La idea es servirnos a la carta nuestras necesidades, como la gran estrategia del marketing que busca vendernos “ algo “ a toda costa. Pero que además ese algo que adquirimos, sea entendido por nuestra mente como una actividad placentera, útil y hasta educativa. Cuando en realidad todo esto tiene muchos síntomas de una dependencia adictiva de lo que parece y además aumenta, peligrosamente, cuando el consumidor final son los niños.

Hemos pasado en poco tiempo de la economía para sobrevivir a la economía para consumir. La mayor parte de los consumidores utilizamos nuestras tarjetas de crédito, perdiendo de vista el verdadero valor de la moneda. Al pagar con “dinero de plástico” en cierta manera se desvirtúa, mentalmente, la esencia de la transacción y digamos que nos resulta más fácil pagar, como si el valor real de la compre no fuera tan importante. Algo en lo que desde el origen de los tiempos se fundamentó el trueque de una cosa por otra, hoy es algo tan habitual como abstracto. Compramos pero no tenemos plena consciencia, es más fácil abultar el montante del gasto al no contar billete a billete, moneda a moneda.
El consumo de bienes materiales se ha popularizado en todas las clases sociales como un símbolo de nuestra cultura. Este cambio no incide solo sobre el factor de la economía global, sino que ha determinado una nueva visión de la vida, hasta el punto de que podríamos hablar de que estamos frente a un nuevo tipo humanismo, con un nuevo sistema de valores. Los hábitos de nuestro comportamiento obedecen a un claro materialismo hedonista, contrario al concepto natural de vivir.

En todos los hogares sobran cosas, desde ropas a elementos decorativos. Compramos y acumulamos cosas y más cosas, por la sola acción de poseerlas y muchas veces la función que desempeñan es mas que cuestionable. Cuando el verdadero placer de la vida es un dicho muy antiguo que siempre me repitió mi madre:
” No es más feliz quien más tiene sino el que menos necesita ”
Creo que deberíamos ejecutar la otra parte no explícita de esta reflexión, probar a compartir, dar y reciclar. Pocas sensaciones me han producido más satisfacción que restaurar o arreglar un objeto aparentemente inservible y volverlo a su estado original para después regalarlo.

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Comentarios

No Es Más Feliz Quien Más Tiene, Si No Quien Menos Necesita — 3 comentarios

  1. Amigo Fernando, una excelente descripción del mundo en el que vivimos en la actualidad, y lo que las personas no llegan a comprender, que todo eso puede desaparecer en un sólo minuto, y entonces te encuentras sumido en un lugar oscuro del que cuesta salir, pero cuando recuperas la cordura te das cuenta de lo bonita que es la vida, aunque en el fondo sigues añorando aquellas épocas en las que el consumo era tu pasión, es para lo que nos han venido moldeando, tener, tener, tener, muy triste.

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