Ni a Un Minuto de Ti (II)

El lenguaje del amor se expresa en símbolos tan universales como sencillos: la belleza de una flor, el sonido del canto de un pájaro o la imagen de un paisaje. Estas cosas permanecen a lo largo de los tiempos y son signos muy fáciles de interpretar. Son como un “lazo inmaterial” que se manifiesta de forma real.

Hoy tengo la certeza de que hay “tributos” que pertenecen a quienes acuñaron, a fuego, esos mágicos momentos. La increíble naturaleza de lo que quiero compartir con vosotros, me lleva a dar un fecundo paseo por mi infancia y por la vuestra. Este es un primer viaje a esa edad de oro para la creatividad y la imaginación que nos marca para siempre.

En primer lugar quiero llevaros a un sentido que orienta nuestros sentimientos hasta el punto de que no podemos estar cerca de alguien de quien no soportamos su olor y todo lo contrario, hay personas que su olor nos cautiva y atrae, hasta el punto de convertirse en nuestro deseo, en nuestro referente y en nuestro sueño de amor. Sobre todo esto os podría estar hablando muchas horas, proponiendo situaciones en las que a buen seguro podéis veros reflejados.

Pues bien: llevo un tiempo ejercitando el olfato desde el recuerdo. En este sentido hay algunos olores que se han repetido pocas veces pero son inconfundibles. Otros fueron hace muchos años, es el caso de estar viendo a mi madre darle el pecho al más pequeño de mis hermanos y oler la leche que tomaba Javier, junto al ambiente del cuarto con el jabón, la colonia de nenuco y hasta el aire que respirábamos juntos. Lo sabría adivinar una y mil veces.

Las casas tienen el olor de quienes las habitamos, de nuestros cuerpos, de nuestros perfumes, de nuestro sudor y hasta de las comidas que cocinamos. Además se mezcla con otros como el tabaco o la laca etc…

Os propongo un sencillo ejercicio, cerrar los ojos y sentir ese olor que conocemos perfectamente sin que esté presente. Por ejemplo hay casas que huelen dulce y otras ácido…

Si volviera a entrar en la casa de doña Maruja, la dueña de la guardería de “cagones” a la que nos llevaba mi madre en la calle Almendralejo, sabría que estoy allí por el olor a humedad y al aire que respirábamos todos los peques, mezclado con el de las pilastras que adornaban los pasillos. De la misma forma hay olores que son de su dueño, todos sabemos que los perfumes y las colonias se funden con el ph del sudor de cada uno de nosotros, con nuestra piel, formando para siempre ese inconfundible aroma de esa persona.

Hay ejemplos muy clarificadores, tan fáciles como intensos, son el caso de mi padre que utilizaba un inconfundible masaje para después del afeitado, su Barón Dandy. O el linimento del “tío del bigote ” para las friegas de mi abuelo Gaspar que no lo puedo confundir con nada igual. A todo esto que conforma el paisaje oloroso del día adía, le podemos sumar el de nuestros animales de compañía y otras circunstancias como vivir cerca de una tahona o una churrería.

Como veis cada casa tiene su propio aroma, como lo tenemos cada uno de nosotros individualmente y en el conjunto de la convivencia aportamos esta particular identidad a nuestro hogar. Si cierro los ojos puedo sentir y reproducir todo esto, pero si me pusieran cerca de estas personas con los ojos cerrados, seria capaz de identificarlos, uno a uno, aún no estando presentes.

Hasta aquí no creo que pueda resultar difícil de comprender. La cosa se va complicando a medida que la presencia de nuestros seres queridos se produce bajo un sublime hallazgo. Algo que recupera forma inmaterial sobre figuras que se pierden entre el albor de la luz. Descubriendo el intuitivo camino que nos deja adivinar la compañía de recuerdos únicos, como acariciar los cabellos pasando los dedos como un peine de espuma. Cuando perdemos alguien de forma inesperada y es imposible despedirse del amor de su alma, se produce una revolución en nuestro interior. Es un infinito rechazo a esta perdida que curva el aire que respiramos en su ausencia.

Nos sentimos perdidos en una barca rendida, trayendo redes somnolientas de otros mundos. Un desaforado intento de comprender los misterios imposibles de la muerte, un imán para el alma del viajero que le obligan a permanecer a nuestro lado para ayudarnos al trance de vivir sin ellos. Este reclamo de ida y vuelta es como un sonajero de llantos, oraciones y plegarias que conocemos los creyente con el nombre de la comunión de los santos.

Esto que muchos califican de sobrenatural yo no lo veo así, sino que desde los orígenes del universo nos comunicamos con las estrellas. Así es como he sentido a mis padres. En la compañía de la Fe, en mis deseos de hablarles y escucharles. Recreando sus sentimientos y ordenanzas de vida que me hacer percibir su presencia, en forma de su olor, de su fragancia y de una sensación de tranquilidad en compañía de quien te quiere sin verlos.

Hay otros signos que me abren esta puerta de sentidos, como por ejemplo pensar unas palabras que en ese instante alguien pronuncia a tu lado en otro contexto pero inmediatamente de pensarlas. También estar escuchando el diálogo de unos personajes de película y ver que te los podías aplicar a ti como venidos del cielo.

De repente leer un mensaje de publicidad o un anuncio y sentir que esas palabras, que esas emociones o esa música es para ti, tremendo vuelco del corazón que se te paraliza.

El espacio de la música es algo insólito. Cuando una pareja tiene una música que refleja su relación de amor, no hay nada que pueda unir esas notas a otra cosa que no sea a su recuerdo. Pero cuando esa melodía suena al entrar en un sitio al que ibas en su compañía, si la vas tarareando y pones la radio y sale repentinamente por ese mismo acorde que vas repitiendo mentalmente…

Estas y otras casualidades que solo tu sabes que es un mensaje, entonces debes sentir que está cerca de ti y quiere que le dediques un tiempo para decirte algo, para recordarte que el tiempo de ese reloj se ha detenido aquí pero no el amor.

Hay señales más complejas como una brisa en la cara o una imagen de un color, una prenda compartida o un regalo que es un antes y un después por lo que simboliza. Despertar de repente levantarte con la sensación de que no estás solo sino con la idea de haber conversado en presente con quien está en el pasado o en el futuro…,

Ni que decir tiene cuando algún objeto desaparece y sin que nadie lo guarde, aparezca después en otro sitio. Si no lo piensas fenomenal, pero si eres consciente te sorprende como y donde aparecen.

Estas son algunas de las cosas que me sugieren que os cuente, para tener la mente abierta a comprender que la vida sigue y que los que no están se manifiestan de forma real.

En estas cosas creo y en mi fe, pues me ayudan a pensar que cuando muera voy a estar cerca de quienes realmente quiero. Que cuando me necesiten estaré a su lado en los grandes momentos como en los pequeños. En los peligros los protegeré de sus miedos y en sus alegrías mucho más.

Dios no puede oponerse a la felicidad de quienes se aman y creo que nos deja ayudar a los que se quedan, el problema es que no nos han enseñado a interpretar las cosas.

Cuando caemos ante este precipicio nos quedamos tan desorientados, tan ciegos y sordos que no sentimos ese amor. El dolor nos deslumbra y satura los sentidos, pero después vemos a quienes queremos en las formas reales que nos dejaron, donde permanecen. Yo quiero mi purgatorio ayudando a los que amo, no quiero el cielo sin ellos, prefiero estar trabajando a su lado y no disfrutando del edén sin su amor. Creo que si le cuento a Dios cuánto les necesito, cuánto les quiero ayudar a crecer, a sentir y a vivir… Él me dejará protegerlos.

He querido contaros todo esto para compartir con vosotros algunas vivencias que nos marcan para siempre y cómo situaciones infinitamente duras pueden servir para marcar un punto especial en nuestras vidas. Cómo la muerte de un ser querido no es el final, sino el principio de algo que debe ayudarnos a cambiar para siempre.

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Comentarios

Ni a Un Minuto de Ti (II) — 6 comentarios

  1. Entrañable como siempre.
    Todo lo que dices es cierto, cuantos momentos,cuantas acciones, cuantas palabras, cuantos olores….tenemos grabados en el subconsciente de hechos felizmente vividos…aunque nos estamos haciendo mayores.
    Un abrazo.

  2. Que gran verdad. A mi me pasa eso también, relaciono todos por olores como momentos, recuerdos, personas,cosas…Que bonito y que nostalgia!! Me ha encantado de verdad. Gracias por compartirlo y como siempre precioso propio de alguien de gran corazón como tú Fernando.

  3. Eres único Fernando,tus vivencias y pensamientos,son tan ricos como la poesía,que lleva dentro de las palabras,creo que serías un buen escritor,ojalá te vaya todo tan bien en la vida,como en las letras,que nos emocionan,a quienes tenemos la suerte de conocerte,te quiero

  4. Cuánto me hace reflexionar este segundo artículo que quiero compartir con unos familiares que n necesitan tener una explicación a todo aquello que sucede.

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