Esta mañana de reyes magos volvieron las nieblas. Llegaban de la mano a la ciudad de piedra para volverse a marchar. Como lo hicieron sus majestades de Oriente, con el frío y calladamente como se hacen las cosas más importantes, en el susurro de un eco milenario como el de la Navidad.
No creáis que es fácil ser vigía y estar firme frente al viento embravecido o frente al tórrido calor del verano y ese es nuestro puente, el mejor centinela de esta ciudad. A veces me ha tocado “vigilar” durante un rato y es algo resulta agotador, por decirlo de alguna forma sencilla.
Desde que era un muchacho me he sentido atraído por el río Guadiana y por su puente más antiguo, el romano, que hoy ha servido a sus majestades los reyes de oriente para entrar y salir de Mérida. La complicidad de las nieblas les ha permitido ocultarse en Morerías y desde allí “asaltar” las casas para dejar sus regalos.
Volvamos al puente y al río que duerme la ciudad con el dulce murmullo de la corriente.
Una vez Don Nicolás, mi querido viejo maestro en el colegio Trajano, nos explicaba cosas propias del río que nacía y se volvía a ocultar y que volvía a aparecer. Me pareció fantástico que este río tan caprichoso fuera el mismo que bañaba mi ciudad y que después llegaba hasta el mar. Me parecía asombroso que llegara tan lejos y pensé que el agua no podía estar parada: por alguna milagrosa razón el agua no se agotaba y corría hacia el mar. Mi mente infantil me llevó a pensar que para obrar semejante hazaña el terreno debía estar todo el rato inclinado, que el río no era un charco gigantesco y sus aguas fluían incesantes como un calendario devorador del tiempo.
Esto quería decir algo así como que al igual que a un día lo sucede otro, al agua le sucedía otro montón de agua en su corriente. Vamos, que el agua que hoy podías ver y tocar, mañana sería otra y el río permanecía lleno siempre. Prefiero no pensarlo mucho pues aún hoy me parece sorprendente todo esto.
Todo esto para contar esa frase familiar de que “la vida va pasando”; la rememoramos y vuelven otros tiempos, un hermoso misterio indescifrable de la mente que nos hace volver atrás. Es algo tan sencillo como inconfesable. Es como trasplantarte en otra vida y tomar el “pulso” a otra realidad. Ves las cosas de otra forma, están frente a ti, pero al igual que el agua, de pasar una y otra vez por el mismo sitio, debe tener memoria a lo largo de los siglos.
Somos gotas de agua y vivimos las historias de todas las personas que componen nuestras vidas y como el río, no se agotan cuando algunas de ellas pasan sino que vuelven. Repito que no es fácil de contar, pero es como mirar el mundo con unos ojos prestados. Hoy puedes ver con los ojos de tus padres, de tus abuelos y de todos los que forman tu vida.
Debe ser la magia de los reyes, como la magia del río que nos permite navegar por la vida en un Mar de Sueños Prestados.
Hoy puedo recordar con más fuerza el largo pasillo que llevaba hasta el patio de los geranios y el olor a hierbabuena. También la cristalera y las cortinas donde nos gustaba escondernos para asustar a los despistados. Todos estos juegos y el bullicio de abrir los regalos, después visitar a la tía Chon y luego de vuelta a casa de los abuelos con la ropa de los domingos. El mejor día del año; un balón y una espada de madera o un fuerte del oeste eran el mejor botín en este día de aventuras. Como el río de un lado para otro y no parar de emoción en emoción. Nos bastaba estar juntos para montar tremenda algarabía hasta el nuevo amanecer.
¿Será que las vidas, como el agua del río, también vuelven después de llegar al mar?