Para mi querida cuñada, Lourdes Caselles Gragera…
Esperamos tu regreso, Lourdes, ahora que no estás te siento más cerca. Dejaste prendidas muchas estrellas, y mucho amor.
Emprendiste el camino sola. Sé que estabas preparada y en Paz con Él, pero tu refugio es un profundo lamento para todos. Vuelves junto a la otra orilla de este río y te llevas el último sol en tu paseo. Te vas mansamente como tus rezos y oficios de mujer creyente. Siempre te he admirado por ser tan moderna como católica. De ambas cosas presumías con dignidad y valentía y por ambas te admiro, cuñada.
Todo un mundo de vivencias y enigmas sin resolver que nos llevan al mismo punto de partida que con nuestros padres. Ahora eres tú quien primero se ve con ellos. Minuto a minuto nos traspasa la ausencia jadeante y la pena se hace dolor sin tu amor. Somos tan infinitamente pequeños y frágiles ante algo que debiera ser más natural, pues al final todos vamos a cruzar ese mismo río.
Llegaste a nuestras vidas siendo una niña y ahora nos dejas las tuyas en las puertas de esta Noria. Pondremos todo nuestro empeño en tus niños para formar sus mentes, pues sus espíritus los dejaste repletos de sentimientos y ganas de amar. ¡Qué gran trabajo hiciste como madre! Tus pequeños nos han dado lecciones a todos; dentro del dolor por tu ausencia, cuidan de mi hermano.
Hoy sabemos todo lo que hacías, bueno muchas de las muchísimas cosas; y las que nos quedan por descubrir. Todas con el mismo amor de un manantial vivo. Tu fuerza es inagotable frente al tiempo que avanza, irrefrenable, como un camino de pasos perdidos.
No pienso que duermes ya, sino que nos acompañas. Que tu alma nos sostiene en el dolor. Que tu fe nos acerca a dios. Que tu perfección cristiana nos puede ayudar a soportar este dolor de tu pérdida. Lourdes, pide a dios que nos dé fuerzas para estar a tu altura en algunas cosas. Lo más importante son tus amados hijos. Por ellos vamos a luchar amada hermana. Te quiero cuñada. Tu gloria nos debe hacer esto más soportable. Tiempo al tiempo si nos ves flaquear en las fuerzas.
Estamos en el camino. Somos personas, simples. Mujeres y hombres con naturaleza imperfecta y débil. A veces pienso que somos de papel. Vencida la vida, ¿qué nos queda?
Estamos vencidos y puede que estés en mejor posada que nosotros, pero se nos va a hacer difícil vivir sin ti. Nuestros cansados cuerpos te necesitan para luchar en las largas noches de estos largos días. Nos dejas muchas cosas inolvidables y unos valores cristianos muy valiosos. Tu savia no se ha derramado inútilmente y tu sonrisa es verso placentero en nuestras vidas, pero tengo que pedirte algo: no nos dejes solos sin la ayuda de tu Luz. Sé que volverás. Tendremos el corazón abierto.
Siempre con nosotros, Lulu.
En tu homenaje… la oración que rezabas siempre al acabar el día