Por Fernando Molina Alén
Consejo de Redacción de ExtremaduraPRE
Ganadero de AECCPRE
La alimentación de los reproductores supone un aspecto fundamental a la hora de aumentar su índice de fertilidad algo a lo que se le suma un manejo adecuado de los mismos. De forma general podemos afirmar que los problemas más frecuentes vienen derivados de estados carenciales, aunque animales con demasiada grasa también presentan problemas de fertilidad.
En el caso de las yeguas es muy importante mantener un buen estado corporal, lo que viene a ser que estén bien de carnes durante todo el ciclo reproductivo: gestación, lactancia y destete del potro. Se pueden permitir ciertas variaciones del peso pero evitando pasar de ciertos límites donde todo se complica.
Los avances científicos nos permiten conocer mejor las necesidades nutricionales del caballo, hasta el punto de establecer una importante relación entre la salud y el desarrollo de los mismos. Pero además sabemos que los potros requieren la máxima atención al establecerse un planteamiento adecuado de su alimentación.
Cuando las yeguas han tenido a su disposición todo lo que necesitan, las garantías de que un parto llegue a buen término son mucho mayores. Con esto no solo me refiero a que el potro nazca bien, sino que en las primeras etapas de su vida pueda ir creciendo con normalidad. Las yeguas desparasitadas en su momento y con una alimentación equilibrada tienen mayor porcentaje de éxito en los alumbramientos. Esto quiere decir que las expectativas trazadas para cada animal no solo dependen de los factores genéticos y sanitarios sino del “manejo” y de su alimentación. Estos condicionantes se van “alargando” en la cadena ganadera que denominamos como crianza.
En el artículo anterior decía que un campeón “comienza a fraguarse en el vientre de su madre” para resaltar la importancia de que debemos preocuparnos mucho de las yeguas para tener buenos potros. Esto significa evaluar el estado corporal y sanitario de cada reproductora a la hora de programar la gestación. Es decir, debemos analizar si es primeriza o no; cómo es su estado de desarrollo en ese momento, la época del año en la que estamos, si viene de otro parto y como ha quedado después del destete, etc. (además de todo lo anterior).
Y lo que es muy evidente, la elección del semental, pero en esto no voy a entrar pues es algo muy personal. Con todo ello no quiero decir que una cubrición espontánea o por necesidad, no pueda darnos un gran potro.
Ahora bien, la mejor garantía del ganadero para cerrar el ciclo de criar un buen caballo está en asegurar un planteamiento eficiente de su alimentación durante el periodo de crecimiento y no sólo para evitar posibles enfermedades, sino para obtener el máximo rendimiento del animal. Debemos evitar las carencias y/o excesos que puedan limitar su aptitud para las actividades a las que tengamos previstos dirigir su futura dedicación como ejemplar. Estar bien nutrido no quiere decir sobrealimentación; sabemos que el sobrepeso es otro factor “limitante” y mucho más en las primeras edades, donde provoca un retraso madurativo del “crecimiento” que repercute tanto en los esqueletos como en su musculación. Sin olvidar la merma de capacidad ante la resistencia a determinados niveles de esfuerzo, lo que reduce a su vez el destino para ciertas modalidades que son la salida natural del caballo.
Cada pauta del crecimiento requiere aspectos nutricionales adaptados y compensados para no producir limitaciones, a veces irrecuperables. Posiblemente, el problema más frecuente con la alimentación de los potros sea la ingestión de grandes cantidades que aceleran el ritmo de crecimiento y aumentan la cantidad de grasa corporal. Infelizmente, no disponemos de reglas fáciles para determinar cuándo resulta pernicioso alimentar en demasía, ya que el consumo calórico es el balance total del forraje y el “grano” al que los potros tengan acceso. Lo que sí es verdad en cuestiones alimentarias es que no se puede aportar más de lo que la naturaleza biológica del animal pueda asimilar. Siendo prudentes a la hora de equilibrar las raciones, con un límite preestablecido y sin dejarnos llevar por la frase “no me come bien”, cuando son incapaces de apurar todo lo que les queremos dar.
Como norma general, si se dispone de poco forraje o si la calidad de este no fuera la deseada, es aconsejable aumentar el aporte de cereales. Por ejemplo, pueden ser aceptables raciones del 2% al 2,5% del peso corporal para mantener un crecimiento razonable en potros de 12 meses de edad que solo tienen acceso a pastos bajos en nutrientes. Pero raciones por encima del 1% del peso corporal pueden ser excesivas si el potro recibe heno de alfalfa, beza o pastos muy ricos en nutrientes.
Lo realmente importante es diseñar un sistema coherente de alimentación en función de nuestros recursos y posibilidades. Por eso, si se ha alimentado correctamente a la yegua en el último tercio de la gestación, se puede decir que tenemos mucho a favor de cara al futuro potro, sin descuidar el resto del periodo de preñez, lógicamente. Podríamos decir que tanto las yeguas gestantes como las lactantes tienen facilitada una alta capacidad de ingestión para sufragar así los cambios fisiológicos que se avecinan; con lo cual pueden consumir de 3 a 4 kg más de forraje y esto les permite cubrir sus necesidades de mantenimiento prácticamente toda la gestación, a condición de que los pastos sean de buena calidad y que los últimos tres meses estemos pendientes de suplementar la ración con cereales y/o concentrados.
Todos sabemos que los caballos son monogástricos y que sus dietas deben contener elevados niveles de fibra, alrededor de un 20%, para evitar trastornos digestivos. Por otra parte, la complementación con concentrados o mueslis de cereales, etc. resultan imprescindibles en cierto momentos productivos. Estas circunstancias nos llevan a buscar nuestro propio equilibro en estos aportes.
Algunos autores recomiendan una relación de forraje: concentrado de 70:30 para yeguas en el tramo final de la gestación y de 40:60 durante la lactación. Cada ganadero puede modificar las proporciones, dependiendo en gran medida de la calidad del forraje y del estado corporal del animal; para eso contamos con los profesionales que siempre tienen la última palabra.
Como norma, se debe evitar la alimentación exclusivamente con concentrados y se recomienda aportar entre 0,4 y 0,5 kg/100kg de peso vivo como mínimo. Por su parte, muchos nutrólogos aconsejan llegar a niveles de 1kg de forraje por cada 100 kg de peso vivo. En caso de no disponer de forraje habría que complementarlo con paja de buena calidad.
Uno de los objetivos más importantes de este artículo radica en señalar hacia todo este periodo crítico en el desarrollo de los caballos, con la idea de mejorar la atención de los ganaderos, a sabiendas de que esto va en beneficio directo de los animales y con ello del sector. En muchas ocasiones nos conformamos con que la yegua quede preñada y atribuimos a este factor la mayor parte del éxito, cuando el proceso no ha hecho más que empezar y no debemos bajar la guardia.
Ciertamente, durante los primeros meses de la gestación las necesidades de la yegua no difieren mucho de las de mantenimiento, debido al pequeño tamaño del feto. Sin embargo, respecto a la vitamina A, es conveniente asegurarnos de que aportamos unos mínimos, especialmente si el forraje o la dieta no son de óptima calidad. Los cambios más importantes comenzarán a partir del 7º y 8º mes cuando se recomienda incrementar los aportes energéticos del 15,20,25, y 30% para los mese octavo y noveno, décimo y undécimo.
Respecto a las proteínas debemos considerar que en el último tercio de la gestación se producirá un crecimiento rápido del feto pues el 60-65% del peso al nacimiento lo habrá ganado en los últimos 90 días de gestación. En este periodo se fijan diariamente 22-25 g durante los meses noveno, décimo y undécimo respectivamente. Aunque hay autores que hablan de aumentar un 20% en este último tercio de gestación. Lo importante es estar preparados para que, al llegar este momento, lo tengamos muy presente y no dejemos pasar ni un solo día sin aumenta la energía y las proteínas en la alimentación de la yegua.
Como referente para evaluar la condición corporal de la yegua es conveniente comparar la valoración comparativa en la tabla de Henneke, que nos refleja el estado del peso en nueve estados valorativos que se miden bajo los siguientes criterios de puntuación:
TABLA HENNEKE DE EVALUACIÓN DE CONDICIÓN CORPORAL
1. Extremadamente delgado
Caballo sumamente demacrado. Su dorso, costillas, cadera, “tuber coxae” y “tuber ischii” sobresalen de forma exagerada. La estructura de los huesos de la cruz, hombros y cuello son muy visibles. No se aprecia ningún tejido graso.
2. Muy delgado
Caballo demacrado con una pequeña capa de grasa que recubre su dorso. El dorso, las costillas, la cadera y el “tuber coxae” y “tuber ischii” sobresalen. La estructura ósea de la cruz, hombros y cuello es discernible.
3. Delgado
Caballo con una pequeña acumulación de grasa en su dorso. Tiene una pequeña capa de grasa que recubre sus costillas. El dorso y las costillas son fácilmente discernibles. La cadera es prominente, aunque las vértebras no se aprecian de manera individual. El “tuber coxae” aparece redondeado pero fácilmente discernible y el “tuber ischii” no se distingue. La cruz, los hombros y el cuello son acentuados.
4. Moderadamente delgado
Caballo con un ligero lomo en la espalda. Se puede apreciar un ligero contorno de las costillas. Si la cadera sobresale o no, depende de la conformación del animal, ya que puede apreciarse grasa alrededor de ésta. El “tuber coxae” no es discernible. La cruz, los hombros y el cuello no son delgados.
5. Normal
Caballo plano por detrás (ningún pliegue o lomo). Las costillas no se distinguen visualmente pero son fácilmente palpables. La grasa alrededor de su cadera empieza a sentirse esponjosa. La cruz aparece redondeada sobre el dorso. Los hombros y el cuello se armonizan con el cuerpo.
6. Moderadamente gordo
Caballo que puede tener algún pequeño pliegue en la zona trasera. La grasa sobre sus costillas es esponjosa y la grasa alrededor de su cadera se siente blanda. La grasa comienza a acumularse sobre los lados de la cruz, encima de los hombros y sobre su cuello.
7. Gordo
Caballo que puede tener pliegues en la zona trasera. Las costillas se pueden palpar de manera individual, pero es evidente que la grasa rellena las costillas. La grasa alrededor de su cadera es blanda. La grasa se acumula en la cruz, encima de los hombros y sobre el cuello.
8. Muy gordo
Caballo con pliegues en la zona trasera. Existe dificultad para apreciar sus costillas incluso cuando se palpa al caballo. La grasa alrededor de su cadera es muy blanda y el área alrededor de la cruz tiene gran cantidad de grasa. Su cuello está ligeramente hinchado y la grasa se acumula a lo largo de sus muslos.
9. Extremadamente gordo
Caballo con pliegues en la zona trasera. La grasa aparece de forma irregular por su cuerpo.
Por ejemplo una yegua lactante que se situé por debajo del valor 5 probablemente no tenga el mínimo de grasa corporal necesaria para producir suficiente leche de calidad sin embargo, si la yegua esta en un valor de 8 o más, puede producir tanta leche que sobre nutra el potro. Desde el punto de vista cualitativo, debe producirse un aporte equilibrado de nutrientes que permitan ir colmando las elevadas necesidades de la yegua que van aumentando al acercarse el parto y una vez que se inicia la lactancia; lo que hace prácticamente necesario el empleo de algún complemento para el forraje.
Esta suplementación se hace más importante al principio de la lactancia, época que coincidirá con el período de la nueva monta. Si se diera una restricción alimentaria, la producción de leche seria prioritaria para alimentar al potro nacido con lo que se pondría en riesgo la siguiente cubrición. Una yegua que este por debajo de su peso óptimo no solo compromete su capacidad para producir leche, sino que requerirá más ciclos para quedarse preñada y tendrá más posibilidad de no quedarse llena que otra con un valor 6. Una reproductora que se situé en valores entre 5,5 y 7, tiene una condición física optima lo que la sitúa en un nivel especialmente favorable para desarrollar su papel de madre en el ciclo de vida útil.
Por último, si bien el ciclo reproductor de las yeguas las puede llevar a unos cambios de peso con ciertos momentos de merma, que con posterioridad pueden recuperar, parece adecuado y razonable mantener un buen estado corporal. No solo para asegurarnos unos parámetros reproductivos adecuados y un óptimo desarrollo del potro sino por cuestiones de ética y bienestar animal que son parte de la esencia de cualquier ganadería. Sin olvidarnos de que aunque una yegua mantenga un valor de entre 5,5 y 7,5, si no recibe una alimentación equilibrada con suficiente proteína de calidad o si proporción de calcio a fósforo no es la conecta, se puede ver perjudicada la calidad ósea y el peso del potro al nacer. Por lo tanto los estados carenciales y los cambios drásticos de peso no son buenos y no son suficiente con que se encuentre en un peso adecuado, ya que también hay que aportarle un nivel vitamínico y proteico y de minerales óptimos en todo el ciclo reproductivo.
Un claro ejemplo es el estudio de la Universidad de Georgia que demostró la relación existente entre la absorción del cobre en el 10º mes de gestación. De manera que si no se garantiza el aporte eficaz de este el potro será más pequeño y tendrá más riesgo para desarrollar enfermedades del crecimiento. Algo en lo que también intervienen otros micro-minerales como el zinc y el magnesio.
En ocasiones vemos todo esto como algo normal pero, aunque la naturaleza nos presenta todo el ciclo como algo fácil, nosotros debemos ser conscientes de que no lo es. Ya hemos visto como para que las yeguas produzcan la gran cantidad de leche que necesita un potro en crecimiento, los aportes nutricionales deben aumentar significativamente para producir los calostros que serán el “seguro de vida” de nuestros potros. Así, el nivel energético de las madres que producen leche debe situarse casi en el doble de las yeguas vacías o las que están empezando la gestación. Además también debe aumentar la cantidad de proteína, calcio y fósforo. De esta manera nos aseguramos una producción diaria equivalente al 3-4 % del peso corporal de la yegua durante los dos primeros meses de lactancia. En el caso de pesar 500kg puede producir diariamente entre 15-20 litros de leche.
Las yeguas durante la lactancia necesitan beber más cantidad de agua, al ir ligado al incremento de alimentación en la dieta y a la producción de leche. En ocasiones se hace necesario vigilar el acceso de las madres al agua, tanto en los momentos del año en que se puedan congelar los bebederos como en los que el agua sea escasa por sequía, la producción de leche se puede ver afectada por estas cuestiones de manejo.
A partir de la cuarta o quinta semana de vida el potro comienza a ingerir alimento sólido, algunos incluso antes, para procurarse los oligoelementos y el hierro que le falta a la leche en proporción a sus necesidades. Este comportamiento estimula a su vez la actividad enzimática del aparato digestivo. Así el consumo se va haciendo mayor a medida que el potro va creciendo, especialmente a partir del tercer mes de vida que coincide con la disminución láctea de la yegua. Estamos frente a un momento crítico para ambos: ahora el potro estará ingiriendo aproximadamente 0,5 kg de alimento sólido, para continuar aumentado hasta llegar a niveles de 3-4 kg de alimento por día (1-1,5% del peso vivo) al acercarse el momento del destete.
Hay que estar pendiente del peso óptimo de las yeguas para asegurar la salud de esta y del potro; una vez que se inicia la lactancia, las madres agotan sus reservas energéticas con facilidad. Producir un alimento tan nutriente como es la leche requiere unos aportes extra de energía que no pueden faltar y además no pueden suministrase de forma intermitente sino de forma constante, pues el potro está mamando continuamente, y aunque lo veamos “enredar” con los alimentos no va a disminuir su dedicación a mamar.
Las yeguas delgadas no tienen reservas energéticas suficientes para producir la cantidad necesaria de leche. Así los potros criados por estas yegua tendrán un ritmo de crecimiento menor, pudiendo afectar a la talla final del caballo. Además serán firmes candidatos a padecer otras enfermedades que dificulten su salud y lógicamente su óptimo desarrollo. Se dice que si una yegua está criando y está preñada nuevamente necesita la misma alimentación que un caballo grande que hace un trabajo duro, por lo que se hace necesario aportar cereales enriquecidos con algún tipo de concentrado (además de heno) altos en grasa, también el aceite de maíz o el salvado de arroz. Esto puede ayudarnos a que la porción de caloría sea la correcta para las yeguas que han perdido mas peso de la cuenta.
No debemos dejar de considerar que el aceite añadido directamente a la dieta aporta calorías pero no nutrientes, y si el potro se aficiona a esto, aún se hace más importante añadir los nutrientes de forma proporcional, pues no se deben tomar más calorías de la cuenta sin estar equilibradas con los nutrientes adecuados. En los últimos dos meses de lactancia es bueno ir disminuyendo el aporte extra de nutrientes para que la yegua empiece a disminuir la producción de leche antes del destete y así el potro buscará el alimento de forma instintiva, como el agua. De esta forma el destete será menos estresante para él por estar familiarizado con otra forma de alimentarse y la madre no se resentirá tanto al cesar la producción de leche gradualmente.
EL DESTETE
Ciertamente el proceso de destete debe ser muy meditado pues la separación del potro y la madre tiene consecuencias muy importantes para ambos. Es algo tan determinante que daría para mucho más que lo que puedo dedicar en un artículo de este tipo, pero de todas formas lo quiero introducir y lo veremos en otro más adelante.
Un mal destete puede resultar dramático, hasta el punto de que si lo hacemos mal podemos arrepentirnos. Es bueno hacerlo por grupos aunque lo ideal es por camadas, pero no todos son de la misma fecha y, una vez que se apartan y encabezonan, se pueden dejar con una “madrina” durante un tiempo; pero igualmente es importante tenerlos apartados de uno en uno para “amansarlos” una temporada y después volver a juntarlos.
Antes de todo esto vamos a ver otros aspectos, ya que durante el proceso de destete a la yegua se le presta menos atención, pues es el potro el que está en el punto de mira y si las cosas se han estado haciendo bien y la madre no es primeriza, esta suele tomarse este cambio con más calma.
Como en todo, hay fórmulas muy personales e incluso algunos ganaderos hacen un destete natural, pero yo voy hablar del estándar que es el promedio que mejor refleja algo muy individual.
Digamos que el destete de un potro normal y sano suele realizarse hacia los 6 meses de edad, bien de forma progresiva o dramáticamente. Un destete muy tardío presenta riesgo de sobrealimentar al potro en los periodos siguientes de su desarrollo, perjudicando el retraso en su velocidad de crecimiento. Por el contrario, si se realiza de forma muy precoz, puede ocasionar problemas en los futuros reproductores con la disminución de la fertilidad y la producción de potro pequeños, de crecimiento lento y con esqueletos poco resistentes.
El momento del destete se analiza con parámetros muy concretos, de forma que conviene retrasarlo cuando el consumo de alimento complementario es muy bajo, y adelantarlo si se observa una escasa producción de leche en la madre y este pierde o no gana peso. Otro factor es observar si el potro consume entre 3-4kg de alimento por día.
En el momento elegido, se separa el potro de la madre procurando que no se vean ni se escuchen. Hay quienes prefieren destetar de uno en uno y tenerlos en un box en oscuridad con la precaución de que no se puedan hacer daño, que sepan beber en bebedero o suministrar agua. En los primero días se disminuye el aporte de concentrado, pues el estrés hará disminuir su apetito, para volver a incorporarlo de una forma gradual, y para conseguir un consumo adecuado que permita no frenar el ritmo de crecimiento en exceso. Siempre que se realiza un cambio de alimentación, debemos hacerlo de forma progresiva, con el fin de evitar rechazos. En este sentido no debemos perderlos de vista, tanto para confirmar que se “agarran” al pienso y al heno, como para cualquier otra circunstancia que pueda suceder.
Cualquiera de estos cambios merece la pena dedicarles más tiempo por la transcendencia de los mismos en el resultado final de la crianza, por lo que os recomiendo mucha dedicación y sobre todo, paciencia.
Si de algo podemos presumir los ganaderos de caballos es de esto, de tener paciencia y saber esperar, pues el ciclo de vida de un caballo es relativamente corto para lo largo que se nos hace la gestación, el parto, el destete y todo lo que significa la crianza y la dedicación a un fin práctico donde nuestros animales puedan demostrar sus capacidades al máximo rendimiento.
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